Más de 600 días después de iniciada la última ofensiva militar israelí en Gaza, que para junio de 2025 había dejado al menos 55,000 muertes —alrededor de 20,000 niñas y niños— los grandes medios continúan repitiendo que lo que ocurre en Palestina es consecuencia de los ataques del 7 octubre de 2023. Pero un rápido vistazo por la historia nos muestra una versión muy diferente.
Por Rolando Orantes
Pasados más de veinte meses desde que Israel lanzara su más reciente ofensiva contra Palestina los grandes medios de comunicación insisten en denominarla “la guerra en Gaza”, “la guerra entre Israel y Hamás”, “el conflicto en Gaza”, “el conflicto bélico con Israel en la Franja de Gaza” y fórmulas similares, ubicando su origen el 7 de octubre de 2023, fecha en que diversas organizaciones de la resistencia palestina lanzaron un ataque sin precedentes contra poblaciones israelíes cercanas a la frontera, realizando ejecuciones indiscriminadas que el gobierno de Benjamín Netanyahu estableció en alrededor de 1200 —entre civiles, policías y militares y sin que existan otros conteos— y llevándose a 251 personas de todas las edades como prisioneras.
Para quienes consideran el actual genocidio un conflicto —que generalmente adjetivan como complejo— los culpables del arrasamiento de ciudades enteras, la muerte de más de 55,000 personas, de las que al menos 20,000 son niñas y niños, las más de 120,000 personas heridas, las decenas de miles desaparecidas bajo los escombros, la destrucción sistemática de hospitales llenos de pacientes bajo el argumento de ser cuarteles de Hamás, el bombardeo de escuelas, museos, universidades, monumentos históricos, mezquitas e iglesias, el asesinato de al menos 250 periodistas, 420 personas que prestaban ayuda humanitaria, 295 de ellas trabajadoras de la ONU, y más de 1400 trabajadores y trabajadoras de la salud —en cuenta los 15 socorristas atacados en sus ambulancias y enterrados en una fosa común el 23 de marzo de 2025—, el secuestro y reclusión en centros de tortura de miles de civiles, incluyendo menores de edad y personal sanitario, a quienes se encierra sin cargos y por tiempo indefinido bajo la figura de la “detención administrativa”, el uso sistemático de la violación como tortura, el desplazamiento de más de dos millones de personas sometidas al hambre, las enfermedades y la sed, entre muchas otras atrocidades, son “los terroristas”.

“Esta situación es completamente culpa de Hamás cuando lanzaron ese brutal ataque contra Israel el 7 de octubre”, indicó la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, durante una conferencia realizada el 20 de marzo de 2025. Por su parte el presidente Donald Trump manifestó su intención de expulsar a la población para adueñarse de Gaza y convertirla en un resort. Y más recientemente, a principios de mayo de 2025 el gobierno israelí declaró que planea ocuparla permanentemente.
Luego del 7 de octubre se difundieron mentiras que, aunque desmentidas rápidamente, aún hoy son repetidas entre sectores poco informados para justificar los crímenes de Israel. Grandes cadenas estadounidenses como CNN o NBC difundieron los dichos de soldados y oficiales israelíes que afirmaban haber encontrado cuerpos de bebés decapitados. Días más tarde su número se fijó en 40, aunque aclarándose que se trataba de reportes sin verificar. El propio Joe Biden, entonces presidente de los Estados Unidos, divulgó la noticia, pero la Casa Blanca rectificó poco después y el 12 de octubre de 2023 corresponsales de CNN en Jerusalén reportaron que ni siquiera el gobierno israelí había podido confirmar las decapitaciones, como admitió un funcionario de aquel país.
En redes sociales y medios internacionales circularon también historias de bebés quemados en hornos, o extraídos de los vientres de sus madres y asesinados por combatientes palestinos, situaciones que ni los análisis forenses ni las investigaciones policiales pudieron probar, y que investigaciones periodísticas serias, junto a aclaraciones de las mismas entidades que habían difundido los relatos demostraron que aquellos sucesos nunca ocurrieron. De cualquier modo, y como sucede desde 1948, la conclusión fue que Israel tiene el derecho a defenderse.

Pero el actual genocidio no empezó el 7 de octubre, ni es ningún acto de defensa. Es más bien la continuación de décadas de invasión, usurpación, masacres, secuestros, torturas, abusos y humillaciones, y un vistazo por algunos acontecimientos de los últimos ochenta años nos muestra que las atrocidades israelíes en Palestina, junto a las invasiones, bombardeos y ocupaciones en todos sus países vecinos, no son ninguna novedad.
Un nacimiento violento
El Estado de Israel fue creado el 14 de mayo de 1948, luego de que el Comité, o Comisión Especial de Naciones Unidas para Palestina (UNSCOP por sus siglas en inglés) diseñara durante 1947 el Plan de las Naciones Unidas para la Partición de Palestina.
El comité estuvo integrado por 11 países supuestamente neutrales y elegidos al azar, entre ellos Guatemala, entonces gobernada por el doctor Juan José Arévalo y a la que representaron el doctor Jorge García Granados y el señor Emilio Zea González como suplente. García Granados jugaría un papel clave en ese comité.
El 29 de noviembre de 2019 la uruguaya radicada en Israel Ana Jerozolimski, directora del Semanario Hebreo Jai, publicó la entrevista que le realizó a Daniel Rodríguez Oteiza, hijo del embajador uruguayo ante la ONU Enrique Rodríguez Fabregat. Rodríguez Oteiza dijo: “Israel reconoce que mi padre y García Granados (de Guatemala) fueron los que dieron la batalla en UNSCOP para lograr lo que se logró”.
Su padre contaba “que el trabajo de la comisión fue difícil, ante todo por el ambiente de hostilidad” promovido por Gran Bretaña y los países árabes. Pero junto al embajador guatemalteco “hicieron una verdadera tarea de convencimiento no sólo de gobiernos latinoamericanos sino también europeos”. Y pese a la gran oposición dentro de la UNSCOP, insistieron en que había que viajar a Palestina y Europa para ver los campos judíos de desplazados por la Segunda Guerra Mundial y los campos de concentración alemanes, explicó Daniel Rodríguez Oteiza.

El 29 de noviembre de 2022 Ana Jerozolimski publicó la entrevista que tiempo atrás le realizó a la nieta de Jorge García Granados, Carla García Granados, quien en 2005 se mudó a Israel y al momento de la entrevista trabajaba en las empresas Arava Mines y AHMSA Steel Israel, relacionadas al agua, las tecnologías limpias y la minería de cobre. Dijo que su abuelo “fue un hombre que realmente era un humanista, una persona que siempre luchó por los derechos humanos”.
Era también un visionario que sabía que Israel llegaría a ser una potencia tecnológica gracias a la gran capacidad mostrada por los judíos, que montaban fábricas y realizaban cultivos en los desiertos que en otras manos hubieran resultado imposibles. Pero el embajador guatemalteco estaba preocupado “de que eso mismo no ocurría del lado de los árabes”, quienes además boicotearon la visita de la UNSCOP y se negaron a colaborar, por lo que la comisión se vio obligada a “tomar una decisión lo más factible posible”, explicó Carla García Granados.
La directora del Semanario Hebreo Jai intervino para indicar que “cuando hablamos de Palestina no era un Estado palestino al que dividieron para darle una parte a los judíos, era el nombre con el que se conocía hacía muchos siglos a lo que antes era Judea, la tierra de Israel. El nombre Palestina no era por los palestinos de hoy”, a lo que Carla García Granados respondió: “Era simplemente un pedazo de tierra manejada por los británicos”, agregando que luego del Holocausto “ese momento en la historia realmente era un momento único, en el que tenías a un pueblo saliendo de una terrible situación, buscando ese lugar al que llamar hogar y sentirse seguros”. Señaló también que su abuelo y el embajador uruguayo “fueron realmente artífices de asegurarse de tener la votación de los países de América Latina”. Y que siente “que hemos sido un poco olvidados”, pero que ojalá se recuerde “que hemos sido amigos de Israel toda la vida”.

Cuando los 11 países del Comité Especial de Naciones Unidas para Palestina tomaron sus decisiones Australia se abstuvo de participar. India, Irán y la República Federativa Popular de Yugoslavia propusieron la creación de un Estado federal palestino, en el que convivieran los pueblos árabe y judío bajo una división que no diera independencia a ninguno. Y Canadá, Checoslovaquia, Guatemala, Países Bajos, Perú, Suecia y Uruguay, la existencia de dos Estados separados con una administración internacional de Jerusalén, decidiendo además que al estado judío le correspondería el 56 por ciento del territorio y al palestino el 43, pese a que más del 69 por ciento de la población era árabe palestina y al momento de redactarse el plan de partición la población judía poseyera menos del 7 por ciento de la tierra. Esta idea fue la que finalmente aprobó la ONU el 29 de noviembre de 1947.
Se trataba, decía la propaganda —a partir de una frase atribuida al sionista británico Israel Zangwill (1864-1926)—, de darle “una tierra sin pueblo” a “un pueblo sin tierra”, aunque vivían ahí más de dos millones de personas, de las que cerca de millón y medio eran árabes palestinas. Tras el Holocausto, argumentaban, el pueblo judío-europeo merecía un hogar. No importaba que aquel genocidio lo hubieran cometido los nazis, y Palestina no tuviera nada que ver.
Y es que al motivo reparador lo respaldaba un fundamento divino: Hace unos cuatro mil años Dios le prometió la tierra a un personaje bíblico llamado Abraham —cuyo linaje se remonta a Noé, el que con su arca salvó del diluvio universal la vida en el mundo— y a toda su descendencia. Más adelante Dios incluso hizo un pacto formal con Abraham, en el que delimitaron las fronteras de la futura nación, que debería instalarse en Canaán —la actual Palestina, Israel y zonas de Jordania, Líbano y Siria—.
Sólo había un detalle, y es que esa región ya era habitada por alrededor de una docena de pueblos. Pero Dios, también llamado el Señor, los acusaba de una serie de prácticas abominables, como idolatría, ritos de fertilidad con prostitución cultual, travestismo y bestialismo ritual, incesto, adoración de astros, hechicería y necromancia, tatuajes, degradación moral, matrimonios mixtos con naciones paganas, derramamiento de sangre inocente y sacrificio infantil.
Durante los siguientes mil años Dios le reiteró el ofrecimiento al hijo de Abraham, Isaac; a su nieto Jacob; más adelante a Moisés, el de Los Diez Mandamientos, y sus seguidores, a quienes liberó de la esclavitud egipcia y les ofreció un país de leche y miel; y finalmente le ordenó a otro señor llamado Josué, antiguo lugarteniente de Moisés, que condujera a su pueblo y tomaran por la fuerza la tierra prometida.

La campaña liderada por Josué no fue lo que normalmente pensaríamos de un acto de inspiración divina. En la ciudad de Jericó sus soldados “consagraron al exterminio todo lo que había en la ciudad: hombres y mujeres, jóvenes y viejos, bueyes, ovejas y asnos, pasándolos a filo de espada”. “Cuando los israelitas acabaron de matar a los habitantes de Hai [en la actual Cisjordania], a los cuales habían perseguido por el campo y el desierto, regresaron a la ciudad y también mataron a filo de espada a los habitantes que aún quedaban con vida. Aquel día cayeron doce mil de los de Hai, entre hombres y mujeres”. “Sólo los animales y los tesoros de la ciudad no fueron destruidos, porque los israelitas los tomaron como botín”. “Lo destruyó todo y los mató a todos; no quedó nada, ni dejó vivo a nadie, tal y como el Señor, el Dios de Israel, se lo había ordenado. De una sola vez derrotó a los reyes y conquistó todos sus territorios entre Cadés-barnea y Gaza”. “En las ciudades que están dentro de los límites de la tierra que el Señor tu Dios te da, no perdonarás a nadie; destruirás a todo ser viviente”. “Cuando Dios ponga a esas naciones bajo el dominio de ustedes, no les tengan compasión ni hagan ningún trato con ellas; ¡destrúyanlas por completo!”. “Además, el Señor enviará un tremendo pánico entre ellos, que acabará con los que hayan quedado con vida o se hayan escondido”, rezan las sagradas escrituras.
Todos estos eventos —desde el acuerdo con Abraham a las masacres de Josué— habrían tenido lugar entre los años 2100 y 1200 a.C. Hacia el 1020 a.C. Saúl fundó el Reino de Israel, y aproximadamente en el 1004 a.C. su sucesor, el rey David, conquistó Jerusalén, según la Biblia y cálculos modernos.
La migración rumana, polaca, búlgara, rusa, bielorrusa, ucraniana, lituana, húngara, estadounidense, alemana, argentina, griega, india, sudafricana, austriaca, brasileña, uruguaya, chilena, etc., que desde finales del siglo XIX y las primeras cinco décadas del siglo XX decidió mudarse a Palestina, se proclamaba heredera de aquella promesa ancestral. Pero al mismo tiempo el sionismo era principalmente un movimiento nacionalista y político que, si bien promovía la creación de un Estado judío, no era religioso, y entre muchos de sus ideólogos y activistas había incluso personas ateas y socialistas.

En 1948 el embajador guatemalteco Jorge García Granados publicó su libro Así nació Israel, originalmente en inglés y bajo los sellos editoriales Alfred A. Knopf de Nueva York y el canadiense The Ryerson Press simultáneamente. La versión en español, traducida por el argentino Benjamín Hopenhayn, apareció al año siguiente en Buenos Aires con la editorial Biblioteca Oriente, y en mayo de 2022 fue reeditada por el Gobierno de Guatemala de Alejandro Giamattei, el Ministerio de Educación, la Comunidad Judía de Guatemala y la Embajada de Israel, que lo distribuyeron en las escuelas.
Ahí García Granados nos cuenta su experiencia en el Comité Especial de Naciones Unidas para Palestina. Entre muchas otras historias —el libro tiene 361 páginas— el embajador recuerda que una noche en Jerusalén una familia judía que había vivido en Guatemala le ofreció un vino de honor, al que asistió junto al guatemalteco Emilio Zea y el uruguayo Rodríguez Fabregat. De pronto entraron una adolescente con velo y otro de camisa caqui y pantalón corto que intentaron repartir propaganda, pero la respuesta firme de uno de los asistentes hizo que salieran corriendo y la dejaran tirada.

El embajador guatemalteco “tenía curiosidad por leer esta literatura ilegal”. Más tarde le pidió un folleto a un invitado, que sorprendido le dijo que ya los habían quemado y que era un asunto “absolutamente prohibido”. El diplomático respondió que le importaba “un bledo qué está prohibido o no por el gobierno de Palestina”, que él estaba ahí “para realizar una investigación” y que era su deber averiguar, ver y leer todo lo que tuviera alguna relación con su “problema”. Así obtuvo un ejemplar de un folleto de Irgun Zvai Leumi, agrupación que en otros capítulos de su libro él mismo calificó como “terrorista”.
De cualquier modo la propaganda clandestina le llegaba por debajo de la puerta, o de manos de mensajeros misteriosos en su hotel, o como una vez, mientras daba una conferencia sobre historia latinoamericana e irrumpió otra pareja similar de adolescentes que repartieron volantes del “grupo Stern”, también denominado Lehi, o “Luchadores por la Libertad de Israel”.
Aprovechando su condición de diplomático García Granados se guardó uno, aunque su posesión era severamente reprimida. Pero según él “toda la población judía estaba empeñada en una resistencia pasiva”, y si bien “la mayoría desaprobaba el terrorismo”, “habrían considerado indigno ayudar al arresto y tal vez la ejecución de otros judíos”. A “fin de cuentas los terroristas estaban defendiendo la causa común”.

Pero su curiosidad no se quedaría en los panfletos. Cuando el corresponsal estadounidense Tedd Joseph le preguntó si le gustaría conocer a gente de Irgun, el embajador guatemalteco respondió que estaba “dispuesto a oír a todos y a cada cual”, y que no tenía “reparo en ir a verlos, pero con carácter personal”.
García Granados viajó de Jerusalén a Tel Aviv, y se reunió en un departamento con “unos cuarenta hombres y mujeres, todos evidentemente de la clase media y alta”, que discutían animadamente sobre la decisión que debería tomar la UNSCOP.
Compuesto por militantes de Irgun y Lehi, el grupo ahí reunido reclamaba básicamente “un estado judío sobre ambas márgenes del Jordán, es decir, un Israel cuyos límites serían aquellos de la Palestina bíblica”. El diplomático guatemalteco escribió que no le dio demasiada importancia a la reunión por considerarla “más social que política”. Cuando el presidente de la UNSCOP, el abogado sueco Emil Sandström le reprochó su asistencia luego de leer la noticia en un diario, García Granados le dijo que había sido “invitado a tomar el té en una casa particular”, y que en cualquier caso se “consideraba libre para hacer lo que quisiera”.
Poco después el diplomático guatemalteco recibió una carta de la dirigencia de Irgun invitándolo a una reunión. Junto al embajador uruguayo Rodríguez Fabregat se entrevistaron con el comandante de esa agrupación clandestina, Menahem Begin, y otros tres altos dirigentes de quienes se pidió no mencionar nombres ni hacer descripciones físicas, aunque se sabe que dos de ellos eran Haim Landau y Shmuel Katz. Begin se quejó de la invasión británica, y les habló del derecho histórico de los judíos sobre Palestina y la justeza y legalidad de la inmigración. En otra sección de su libro García Granados explicó que a Menahem Begin se le “denunciaba como un bandido asesino, fanático responsable de la muerte de decenas de soldados ingleses y la destrucción de bienes por millones de dólares”.

Por su parte el presidente de la UNSCOP y dos importantes miembros de la comisión se entrevistaron con cinco altos dirigentes de la agrupación ilegal Haganah, definida por los funcionarios como “un cuerpo soberano, organizado como un ejército, con una rama dedicada a la inmigración”. Uno de los cabecillas dijo que no eran “una banda de conspiradores, ni un ejército privado, ni una facción política”, y que no tenían más aspiraciones “que las del pueblo judío y el movimiento sionista”. Señalaron también que Haganah —que poco después se convertiría en las Fuerzas de Defensa de Israel— “no permitirá que haya paz en Palestina en tanto impere aquí un régimen que pretende destruir las finalidades sionistas”.
El 29 de noviembre de 1947 la idea de los dos estados fue aprobada en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, gracias al voto favorable de Australia, Bélgica, Bolivia, Brasil, Canadá, Checoslovaquia, Costa Rica, Dinamarca, Ecuador, Estados Unidos, Filipinas, Francia, Guatemala, Haití, Islandia, Liberia, Luxemburgo, Nicaragua, Noruega, Nueva Zelanda, Países Bajos, Panamá, Paraguay, Perú, Polonia, Suecia, República Dominicana, República Socialista Soviética de Bielorrusia, República Socialista Soviética de Ucrania, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Unión Sudafricana, Uruguay y Venezuela.
Se opusieron Afganistán, Arabia Saudita, Cuba, Egipto, Grecia, India, Irán, Irak, Líbano, Pakistán, Siria, Turquía y Yemen.
Y se abstuvieron Argentina, Colombia, Chile, China, El Salvador, Etiopía, Honduras, México, Reino Unido y República Federativa Popular de Yugoslavia.
Tailandia se ausentó.
Según el Plan de las Naciones Unidas para la Partición de Palestina, las Constituciones de los dos Estados debían incluir “la garantía a todas las personas de igualdad de derechos sin discriminaciones en cuestiones civiles, políticas y religiosas, y el disfrute de los derechos humanos y de las libertades fundamentales”.
Pero la historia no fue tan amable. El mismo informe de la UNSCOP señalaba que “los reiterados actos de violencia, circunscritos hasta hace poco casi exclusivamente a las organizaciones judías clandestinas, no sólo son perjudiciales al bienestar del país, sino que agravarán la tirantez reinante en Palestina en tal forma, que cada día será más difícil llevar a efecto la solución que acuerden las Naciones Unidas”.
Tres décadas atrás, en junio de 1920 surgió la agrupación armada Haganah (“Defensa”), señalada de cometer atentados y masacres en los años previos a la creación del Estado de Israel. Uno de sus líderes, el ucraniano Yaakov Dostrovsky, apellido que luego cambiaría por Dori, fue comandante de Haganah de 1939 a 1946, y el primer comandante en jefe de las Fuerzas de Defensa de Israel tras su fundación el 31 de mayo de 1948.

Yigal Peikowitz, quien transformó su apellido por Allon, era hijo de un bielorruso llamado Reuven que llegó a Palestina en 1890. A sus 27 años Yigal se convirtió en el dirigente de las fuerzas de élite de Haganah, denominadas Palmaj o Palmach, cargo que ocupó hasta su transformación en las Fuerzas de Defensa de Israel, de las que llegaría a ser general. Ya en la década de 1960 fue ministro de Trabajo, ministro de Absorción de Inmigrantes, vice primer ministro y del 26 de febrero al 17 de marzo de 1969, primer ministro interino de Israel, sucediéndolo Golda Mabovitch, mejor conocida como Golda Meir. Yigal Allon fue además ministro de Relaciones Exteriores entre 1974 y 1977.
Golda Mabovitch nació en Kiev, Imperio Ruso, en mayo de 1898. Antes de mudarse a Palestina en 1921 había vivido 15 años en los Estados Unidos, adonde viajó con su familia debido a la pobreza. Muy joven se unió a las organizaciones sionistas, y en diciembre de 1917 se casó adoptando el apellido de su esposo, Meyerson, que transformó en Meir, pero poniendo como condición que se trasladaran de inmediato a Palestina.

Golda fue una estrecha colaboradora de las agrupaciones ilegales Irgun y Haganah, y en los años previos a la denominada independencia se encargó de recaudar en Estados Unidos alrededor de 50 millones de dólares que se utilizaron en la compra de armas. Al mismo tiempo era la principal negociadora con las autoridades inglesas sobre el Plan de las Naciones Unidas para la Partición de Palestina. Fue además una de las firmantes de la “Declaración de Independencia del Estado de Israel” que David Ben-Gurión leyó el 14 de mayo de 1948 —ocasión en que Golda lloró—, y entre muchos otros cargos fue ministra de Trabajo, de Relaciones Exteriores y primera ministra de Israel del 17 de marzo de 1969 al 3 de junio de 1974.
Otro miembro destacado de Haganah fue Ariel Sharon, originalmente Ariel Scheinerman, hijo de una pareja bielorrusa —Shmuel Scheinerman y Vera Schneirov— que se mudó a Palestina en 1922. A los 10 años se unió a la organización juvenil HaNoar HaOved (“Juventud Trabajadora y Estudiosa”), poco después formó parte de las patrullas nocturnas de su localidad y a los 14 años se integró a los batallones juveniles de Haganah, denominados Gadna. Posteriormente fue general de las FDI, ministro de Defensa de 1981 a 1983 y primer ministro de Israel de 2001 a 2006.

Entre los miembros de esta agrupación figura también Shimon o Simón Peres, originalmente Szymon Persky, quien nació el 2 de agosto de 1923 en Wiszniew, un pequeño pueblo rural que entonces formaba parte de Polonia y hoy pertenece a Bielorrusia con el nombre de Vishnyeva. Peres se unió a Haganah en 1947, encargándose de la compra de armas. Fue persona de confianza de David Ben-Gurion, el primer ministro de Israel tras su fundación en mayo de 1948, y se desempeñó como ministro de Defensa de 1953 a 1959. Luego se dedicó a la política, llegó a primer ministro de Israel entre 1984 y 1986 y nuevamente de noviembre de 1995 a mayo de 1996. Diversos textos biográficos lo presentan como escritor y poeta, y en agosto de 2009, para celebrar su cumpleaños número 86, los máximos representantes de la música israelí grabaron un disco con su poesía hecha canción.
Isaac Rabin se unió a Haganah en 1941, cuando tenía 19 años. Ahí ingresó directamente a las fuerzas de élite Palmaj, o Palmach, a las que también pertenecía su padre. Junto a las tareas militares Rabin se encargaba de aspectos relacionados con la denominada “Aliyá”, o inmigración, que entonces se realizaba de manera ilegal. Cuando Haganah se convirtió en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) Isaac Rabin continuó su carrera militar, y en 1964 llegó a ser jefe de su Estado Mayor. Fue ministro de Defensa entre 1984 y 1990, y primer ministro de Israel entre junio de 1974 y abril de 1977 y julio de 1992 a noviembre de 1995. En 1994 recibió el Premio Nobel de la Paz.

De las filas de Haganah surgió en 1931 la agrupación clandestina de derecha Irgun Zvai Leumi (“Organización Militar Nacional en la Tierra de Israel”, conocida también como Etzel por sus siglas hebreas), fundada por los sionistas oriundos de Odesa Vladimir Yevgénievich Jabotinsky, quien cambiaría su nombre por Ze’ev, y Avraham Silberg, que se cambiaría el apellido por Tehomi, pues así sonaban más hebreos. Su objetivo era desalojar a la población árabe palestina —a la que consideraban “inferior” y “salvaje”— de lo que llamaban “la tierra prometida”, y establecer ahí un “Estado judío”.
Jabotinsky es presentado como escritor, periodista, poeta y orador, pues junto a gran cantidad de artículos sionistas hizo canciones y poemas que hablaban del derecho judío sobre las tierras de Jordania y Palestina, así como una novela ambientada en su natal Odesa. Murió en 1940 en Nueva York. En 1945 Tehomi se mudó a Estados Unidos, donde se dedicó al comercio internacional de piedras preciosas. En 1968 volvió a Israel para montar una fábrica de pulido de gemas, pero no tuvo éxito y volvió a mudarse rápidamente. Murió en Hong Kong en 1991.

Un documento secreto de la Sección de Análisis e Investigación de la Oficina de Servicios Estratégicos de los Estados Unidos (OSS), predecesora de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de fecha 13 de octubre de 1944, definió a la Irgun Zvai Leumi como “una organización cuasi-militar clandestina con sede en Palestina y sucursales en Polonia y otros países europeos”. Una “sociedad paramilitar ilegal” compuesta por “fanáticos sionistas” que mediante la violencia buscaban, según sus palabras, “liberar” a Palestina de los “opresores extranjeros”.
La Oficina de Servicios Estratégicos los acusaba de facilitar la inmigración ilegal de decenas de miles de personas y de realizar atentados con bombas. La agencia de inteligencia señaló que las actividades de Irgun eran condenadas por el resto de la comunidad judía-palestina, que las calificaba de irresponsables, equivocadas y perjudiciales para la causa sionista.
El reporte publicado el 12 de junio de 1970 por el Directorado de Inteligencia de la CIA con el título Terrorismo político: Una revisión de la literatura y doce estudios de caso, indica que Irgun reclutó a jóvenes de 13 y 14 años, a quienes entrenó en “el arte del sabotaje y el terror” e inició en la colocación de bombas en lugares públicos. Cuando las autoridades británicas anunciaron una nueva política migratoria para Palestina, el grupo realizó manifestaciones y detonó explosivos en estaciones de radio y oficinas gubernamentales, señala el reporte estadounidense.
Una de sus acciones más recordadas fue el atentado en el hotel Rey David el 22 de julio de 1946, donde murieron 92 personas y 45 resultaron heridas. El hotel era utilizado como oficina de la Secretaría de Gobierno de Palestina y cuartel general del ejército británico. Al mediodía de un lunes “los atacantes, disfrazados de lecheros, llevaron los explosivos en botellas de leche, los colocaron en el sótano del hotel y huyeron”, denunció el Comité Árabe de Palestina el 12 de marzo de 1948.

Irgun, dirigida desde 1943 por el ruso-polaco Menahem Begin —que entre 1977 y 1983 se convertiría en primer ministro de Israel—, dio origen en junio de 1948 al partido ultraderechista Herut. Más adelante, en 1973, en alianza con otras agrupaciones Herut derivó en Likud, fundado por el propio Begin y que actualmente preside Benjamín Netanyahu, el actual primer ministro, hijo de un sionista nacido en Varsovia que originalmente se llamaba Benzion Mileikowsky, consideraba “salvajes” a los árabes y fue secretario político de Ze’ev Jabotinsky, el poeta y cofundador de Irgun.
El reporte de inteligencia ya citado señala que en 1939 se separó de Irgun la agrupación Lehi, “Luchadores por la Libertad de Israel”, que entre otros objetivos buscaba desalojar a las autoridades británicas, expulsar o aniquilar a la población árabe, a la que consideraba “inferior” y “una raza esclava”, promover la inmigración masiva e irrestricta a Palestina y conformar un Estado judío.
Lehi fue conocida también como la Banda Stern (Stern Gang) por el nombre de su líder, el polaco Abraham “Yair” Stern, quien abandonó Irgun luego de que uno de sus principales dirigentes, David Raziel, decidiera apoyar a Gran Bretaña contra Hitler. “El más fanático Abraham Stern” —lo calificó la CIA— acusó entonces a Raziel de colaborar con los británicos y fundó su propia organización.
Sus 200 o 300 miembros hacían a Lehi demasiado pequeña para la guerra de guerrillas, y no disponían de suficientes armas ni explosivos para el sabotaje, por lo que adoptaron la táctica del asesinato enfocado principalmente contra autoridades británicas y palestinas, señala el documento de la CIA. Abraham Stern sería a su vez asesinado a tiros en febrero de 1942.

Con la creación del denominado Estado judío, Haganah y Palmach se convirtieron en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), incorporando semanas después a integrantes de la Banda Stern y absorbiendo a partir de junio y definitivamente en septiembre de ese mismo año a Irgun, que fue forzada a disolverse.
El artículo La Nakba: Cinco pueblos palestinos masacrados hace 75 años, de la periodista Dalia Hatuqa y publicado en Al Jazeera el 15 de mayo de 2023, señala que “las milicias judías Irgun, Haganah y la Banda Stern cometieron una serie de atrocidades masivas, incluyendo docenas de masacres”, “miles de palestinos fueron asesinados y decenas de miles expulsados durante y después de la creación del Estado de Israel en 1948”.
El sitio Our Palestine ofrece una lista detallada de muchas de aquellas masacres. Algunos ejemplos: El 20 de junio de 1947 integrantes de Irgun y Lehi detonaron una bomba escondida en un cajón de verduras en el mercado de la ciudad de Haifa, asesinando a 78 personas e hiriendo a otras 24. La noche del 18 de diciembre de 1947 Palmach atacó la aldea de Al-Khisas y asesinó a 10 mujeres, niñas y niños. Y la noche del 31 de diciembre 170 hombres de Palmach, la fuerza élite de Haganah, atacaron la aldea Balad al-Sheikh, masacrando a 60 personas según las propias fuentes sionistas, que otras versiones aumentan a por lo menos 70.
A la una de la mañana del 5 de enero de 1948 miembros de Haganah colocaron explosivos en el sótano del Hotel Semíramis, en el barrio de Katamon, zona suroeste de Jerusalén, y huyeron en dos taxis desde los que dispararon a las casas vecinas. La detonación destruyó el edificio, dejó heridas a numerosas personas y mató a alrededor de 26, incluyendo una familia compuesta por un matrimonio y cinco hijos, y al vizconde de Tapia, Manuel Allendesalazar y Travesedo, cónsul adjunto de España. Haganah se justificó diciendo que el hotel era un importante centro de reuniones y cuartel general de “bandas árabes”, donde distribuían armas y tenían un arsenal.
Cuatro meses más tarde, en las primeras horas del 29 de abril de 1948 miembros de Palmach atacaron con morteros y ametralladoras el barrio de Katamon, en Jerusalén. Los combates duraron varios días y dejaron alrededor de 40 judíos y 80 palestinos muertos. Buena parte de la población había sido evacuada previamente. Nunca pudieron volver.

El documento del Alto Comité Árabe de Palestina titulado Libro Negro sobre la Agencia Judía y el terrorismo sionista, fechado el 12 de marzo de 1948 en Nueva York y al que se puede acceder libremente en la página de la Biblioteca Digital de las Naciones Unidas, señala que las agrupaciones judías “maniobraron para tener elementos influyentes organizados en el seno de los Gobiernos más importantes del mundo. Por medio de sus anuncios y sus intereses comerciales, han controlado los medios de propaganda en los países importantes. Han tratado de movilizar al judaísmo mundial para esta tarea a costa de intimidaciones, amenazas y terrorismo, arruinando económicamente o difamando a quienes se les oponían. Han denunciado a los cristianos y les han intimidado. Han calumniado a los gentiles que no estaban de acuerdo con ellos, llamándoles antisemitas; han usado los mismos métodos de intimidación y terror usados anteriormente contra los judíos. Utilizando una complicada maquinaria de propaganda han tergiversado los hechos relativos a los árabes y han embrollado el problema de Palestina. Han creado una red de espionaje en todo el mundo, en el Oriente Medio, en Palestina, en Europa, en los Estados Unidos de América y otros países”.
El documento, que merece la pena leer completo, denuncia que con sus “fondos ilimitados y exentos de impuestos” las organizaciones sionistas incitaron “a los judíos de Europa a emigrar a Palestina” de manera ilegal, mientras introducían de contrabando gran cantidad de armas. El Alto Comité Árabe declaró que “la organización sionista en Palestina es totalitaria. Su movimiento juvenil y su sistema de educación han forjado una generación de judíos fanáticos”, quienes incluso robaban, aterrorizaban, chantajeaban o asesinaban a la población judía que se les oponía o mostraba intenciones de abandonar el país.
Haganah y la Agencia Judía, con fondos ilimitados de la United Jewish Appeal, agruparon inmigrantes ilegales en los puertos europeos y los llevaron “como invasores a Palestina”. “Los sionistas han agravado deliberada y voluntariamente el problema de los refugiados”, explotando su miseria “con el fin de ganar la simpatía del mundo hacia el sionismo. Han tenido la audacia de formar organizaciones destinadas al rapto de niños y a su transporte a Palestina”. Además habían “comprado e introducido grandes cantidades de armas, municiones y equipo militar”, construyeron “fábricas pequeñas para la manufactura de armas y municiones y establecieron laboratorios destinados a la guerra bacteriológica”.
Más adelante el documento señala que “desde 1939, las organizaciones ilegales judías han cometido en Palestina los delitos más repugnantes. Estos delitos no fueron esporádicos ni fueron actos de multitudes enardecidas, sino resultado de una premeditación criminal y planeada a sangre fría. Aunque los autores de estos crímenes son las llamadas organizaciones terroristas, tales organizaciones están dirigidas, controladas y sostenidas por la Agencia Judía o por sus órganos subsidiarios o sus colaboradores”.
El comité ejecutivo de la Agencia Judía estaba conformado por veintiún personas, entre ellas el polaco David Ben Gurion (originalmente David Yosef Grün), el ruso Eliezar Kaplan, la rusa Golda Meyerson (o Golda Meir), el estadounidense Louis Lipsky y el inglés Selig Brodetsky.
El Alto Comité Árabe de Palestina responsabilizó de los atentados a Haganah, Irgun Zvai Leumi y el Grupo Stern, e indicó que el 9 de marzo de 1948 —apenas tres días antes de la publicación del documento— despachos desde Jerusalén informaron “que los jefes sionistas han acordado fundir la Haganá y el Irgún Zvai Leumi en Palestina para crear un ejército militarmente unificado del Estado judío propuesto, que opere bajo un alto mando único”.

Señaló también que “el terrorismo judío tiene un precedente antiguo”, pues aunque no tenía “la intención de considerar a los judíos descendientes de Khazar como responsables por los crímenes cometidos por sus ‘antepasados’ hace tres mil años”, ayudaba a entender “la crueldad y el terrorismo judío en Palestina” el que éste siguiera “un antiguo modelo y una tradición establecida desde la primera conquista de Palestina por los antiguos hebreos”.
El documento elaborado en 1948 señala que el doctor Judag Magnes, rector de la Universidad Hebrea de Jerusalén, declaró unos años antes “que los judíos de hoy no debían emplear los medios de Josué”, y criticó “acerbamente la política de violencia y terrorismo” de “la organización sionista”. El Alto Comité Árabe de Palestina reprodujo algunos fragmentos del Antiguo Testamento que ilustraban tales métodos. Por ejemplo: “Hirió, pues, Josué toda la región de las montañas y del mediodía y de los llanos y de las cuestas y a todos sus reyes, sin quedar nada, todo lo que tenía vida mató”. “Sacó además (David) el pueblo que estaba en ellas y púsolos debajo de sierras y de trillos de hierro y de hachas de hierro; e hízolos pasar por hornos de cocer ladrillos y lo mismo hizo a todas las ciudades”.
Con este panorama lo más probable era que las indicaciones de la ONU fueran rápidamente ignoradas. Y así sucedió. Israel no respetó ni los mapas ni los derechos humanos más elementales, cuya Declaración Universal sería firmada siete meses después de la creación del denominado Estado judío.

Entre el 9 y el 11 de abril de 1948, un mes antes del surgimiento de Israel, las agrupaciones armadas Lehi, Irgun, Haganah y sus fuerzas especiales Palmach atacaron Deir Yassin, una aldea de poco más de 600 habitantes ubicada a 5 kilómetros de Jerusalén, donde asesinaron a entre 93 y 254 personas según la fuente, y obligaron al resto de la población a desplazarse.
Mariam Aqil, sobreviviente de la masacre, recordó en una entrevista para la Agencia Anadolu publicada el 10 de abril de 2021 que su padre, comerciante de telas, se trasladaba todos los días a Jerusalén. El 8 de abril de 1948 se enteró en aquella ciudad de la muerte de Abdelkader al Husayni, comandante de la resistencia palestina, por lo que volvió a Deir Yassin para avisar que los judíos podrían atacar y comenzaran a hacer guardias.
“Los judíos llegaron al pueblo al amanecer, cuando sonó el llamado a la oración de la mañana. No venían con vehículos. Rodearon el pueblo. No querían que nadie escapara. Vinieron a matarnos a todos”, señaló Mariam Aqil. Su hermano hacía guardia cuando los atacantes mataron a la persona que llamaba al rezo y se inició un enfrentamiento. “Las mujeres y los niños comenzaron a huir, pero nadie pudo escapar de las balas de los judíos”.
Mariam Aqil perdió a su madre, a su padre y dos hermanos. Al más joven, de 16 años, lo sacaron de su casa y en el jardín le dispararon cinco tiros en la cabeza. “Los cadáveres de todos los que perdieron la vida en Deir Yassin fueron arrojados a los pozos del pueblo por los judíos. Los cuerpos de todas las mujeres, hombres y niños. Los judíos tomaron el control de Deir Yassin y lo destruyeron”.

La misma nota de la Agencia Anadolu señala que, según sobrevivientes, “los terroristas que atacaron el pueblo a medianoche hicieron un anuncio para que la gente abandonara sus hogares y tierras. Sin embargo, empezaron a quemar las casas del pueblo sin darle tiempo a las personas de escapar, mataron a aquellos que vieron intentando escapar”.
De acuerdo a los testimonios, las futuras Fuerzas de Defensa de Israel decapitaron a 52 niñas y niños frente a sus familias, y más de 60 mujeres fueron desmembradas. Asesinaron a todos los hombres de la aldea y los arrojaron a pozos, y la gente que sobrevivió fue obligada a desplazarse. Las milicias judías desnudaron a mujeres, niñas y niños a quienes subieron a vehículos y pasearon por asentamientos de colonos, donde se les humilló, golpeó y apedreó. Menahem Begin, uno de los principales responsables de la masacre, llegaría a ser primer ministro de Israel de 1977 a 1983. En 1980 reconstruyó el pueblo y “le dio el nombre de los perpetradores de la barbarie a sus calles y caminos”.
Por su parte el profesor de la Universidad Bar Ilán, Eliezer Tauber, publicó en el Times of Israel el artículo Deir Yassin: No hubo masacre, donde presenta un par de ideas tomadas de uno de sus libros con las que busca desmontar “las mentiras árabes”, denunciando que “Deir Yassin no era el pueblo pacífico que mucho más tarde afirmaron que era, sino un pueblo fortificado con decenas de combatientes armados”, donde “una batalla feroz de diez horas, en presencia de una población civil, terminó con la victoria de Etzel [siglas hebreas de Irgun] y Lehi. No hubo masacre. Cuando la batalla terminó, el asesinato se detuvo”. El profesor Eliezer explica que se trata sólo de “propaganda de terror”, una “historia típica”, y lamenta que “los predicadores palestinos y musulmanes” no sean “los únicos que promueven la narrativa de la masacre”, pues “los occidentales también lo hacen”, para finalizar afirmando que su “investigación del asunto pone fin a cualquier cuestionamiento serio sobre si hubo o no una masacre en Deir Yassin. No la hubo”. El profesor utiliza mayúsculas y negritas para una mayor contundencia.

El 14 de mayo de 1948 Israel proclamó la que denominó su Independencia. Al día siguiente comenzó lo que Palestina llama al-Nakba, o la Catástrofe. El investigador palestino Salman Abu Sitta, que entonces tenía 10 años, dijo: “El recuerdo más impactante para mí fue mi sorpresa y asombro sobre quiénes eran esas personas que nos atacaban, por qué hacían (y siguen haciendo) eso. Nunca había visto a un judío en mi vida. Nos atacaron el 14 de mayo de 1948 en 24 vehículos blindados. Destruyeron nuestros edificios, incluida la escuela que mi padre construyó en 1920, nuestro pozo y nuestro molino harinero, quemaron nuestras casas y quemaron a todo el que encontraron”, puede leerse en la entrevista realizada por Mirta Pacheco y Juan Andrés Gallardo y publicada en el suplemento Contra Punto de La Izquierda Diario de España el 10 de diciembre de 2023, con el título Palestina: cartografía de una limpieza étnica.
El sitio palestinalibre.org, cuyo acceso estuvo hasta hace poco bloqueado durante meses, publicó el 15 de mayo de 2022 el artículo Día de la Nakba: ¿Qué pasó en Palestina en 1948?, en el que señala que “entre 1947 y 1949, las fuerzas militares sionistas atacaron las principales ciudades palestinas y destruyeron unas 530 aldeas. Alrededor de 15,000 palestinos fueron asesinados en una serie de atrocidades masivas, incluidas decenas de masacres”.
La periodista Dalia Hatuqa señala en su artículo del 15 de mayo de 2023 ya citado que “durante la Nakba se produjo una expulsión masiva en la que cientos de aldeas quedaron despobladas, se destruyeron las casas y miles de personas fueron asesinadas”, y describe detalladamente las masacres de Balad al-Sheikh el 31 de diciembre de 1947, Saasaa el 15 de febrero y 30 de octubre de 1948, Deir Yassin el 9 de abril de 1948, Saliha el 30 de octubre de 1948 y Lydda el 9 de julio de 1948, todas a manos de la agrupación armada Haganah y las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).




