Este no es un hecho aislado. Desde octubre de 2023, el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ) registró a más de 190 periodistas y trabajadores de medios asesinados por Israel; otros recuentos sitúan el total en más de 240 solo en Gaza.
Por Derik Mazariegos
La noche del domingo 10 de agosto un ataque aéreo del ejército de ocupación israelí arrasó una carpa de prensa instalada frente al hospital Al-Shifa, en Gaza y dejó seis periodistas muertos. Entre las víctimas estaba Anas al-Sharif, corresponsal de Al Jazeera y una de las voces más reconocidas en la cobertura de la guerra de ocupación de Israel dentro del enclave.
El gobierno israelí reconoció la autoría del bombardeo y confirmó que al-Sharif integraba una célula de Hamás. Hasta el momento no ha presentado pruebas verificables y la acusación fue rechazada por el medio Al Jazeera y por organizaciones internacionales, que califican lo ocurrido como un ataque deliberado contra la prensa.
Testigos y material gráfico confirman que el lugar del impacto estaba claramente identificado como espacio de prensa y ubicado en una zona civil. La carpa quedó reducida a escombros, con cámaras y equipos destruidos y restos personales de los periodistas.
La ONU, el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ) y Reporteros Sin Fronteras condenaron el hecho y reclamaron una investigación independiente. El CPJ recordó que el artículo 79 del Protocolo I, de los Convenios de Ginebra, protege a los periodistas como civiles y que atacarlos intencionalmente constituye un crimen de guerra bajo el Estatuto de Roma.
Este no es un hecho aislado. Desde octubre de 2023, el CPJ verifica más de 190 periodistas y trabajadores de medios asesinados por Israel; otros recuentos sitúan el total en más de 240 solo en Gaza. La Corte Internacional de Justicia ha determinado un riesgo plausible de genocidio y ordenó medidas para prevenirlo. A la vez, expertos de la ONU y organizaciones como Amnistía y Human Rights Watch, sostienen que los patrones de ataque contra civiles, incluida la prensa, podrían constituir crímenes de lesa humanidad y han descrito la campaña como genocida. Exigir una investigación independiente y rendición de cuentas no es retórica: es la única vía para esclarecer responsabilidades y frenar la impunidad.
Una advertencia para el Sur Global
El asesinato de Anas al-Sharif y sus colegas no solo atenta contra la libertad de prensa en Palestina: es una advertencia global. Demuestra que una potencia militar con respaldo internacional puede atacar deliberadamente a periodistas y civiles sin enfrentar consecuencias inmediatas.
En el sur global esta lección tiene un peso particular. En regiones donde cubrir casos de corrupción, abusos de poder o conflictos territoriales ya implica un alto riesgo, este precedente es alarmante: si se normaliza que la prensa pueda ser blanco de ataques letales se debilita uno de los últimos frenos al autoritarismo.
Silenciar a un periodista es silenciar a una comunidad entera. En Gaza, las bombas intentan callar tanto a quienes mueren como a quienes narran su historia. En nuestros países, mirar hacia otro lado es aceptar que mañana podría ser nuestra voz, nuestra memoria y nuestras historias las que intenten borrar.
El patrón que hoy se denuncia en Palestina debe ser comprendido como un riesgo compartido: si la comunidad internacional permite que la impunidad se imponga aquí, abrirá la puerta para que en cualquier rincón del mundo; incluidos los nuestros, la verdad se convierta en el primer objetivo de la guerra.




