El reloj marcaba las 15:11 horas cuando el suelo tembló y lo que parecía solo otro sismo más se convirtió en una secuencia de terror que dejó muerte, destrucción, y miles de vidas marcadas para siempre en Santa María de Jesús, Palín, San Juan Obispo, Villa Nueva, Villa Canales y otros municipios más.
Por Rony Ríos y Joel Solano
Era 8 de julio, todo transcurría con normalidad ese martes. La gente caminaba en las calles, los niños regresaban a sus casas después de la escuela, pero a las 15:11:26 horas la tierra se sacudió. “¡Está temblando!”, gritaron algunos, pero en Guatemala, por ser una zona sísmica no causó demasiada alarma.
Cuatro minutos más tarde, entre comentarios de “¿este si estuvo fuerte va’?” comenzaron a surgir los primeros efectos del sismo. El Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (Insivumeh) reportó que el epicentro se registró a tan solo 13 kilómetros de Antigua Guatemala, Sacatepéquez, a unos 35 kilómetros de profundidad y con una intensidad de 5.2 grados.
Los sismos, según el Insivumeh, se debieron a la activación de la falla de Jalpatagua, que se ocasiona cuando dos placas tectónicas se deslizan o chocan; en este caso, la placa de Cocos tuvo movimiento contra la placa del Caribe, liberando energía que se manifiesta en forma de sismos.
La placa de Cocos se encuentra principalmente debajo del Océano Pacífico, frente a la costa de Centroamérica, mientras que la placa del Caribe está en el mar Caribe y partes de América Central y del Norte. La primera se desliza por debajo (subduce) y la segunda en la zona de Centroamérica y esto genera actividad sísmica y volcánica.
Media hora después, se sintió la réplica más fuerte de esta serie de sismos, el Insivumeh informó que a las 15:41:31 horas un temblor de 5.6 grados sacudió el país; el epicentro en esta ocasión fue en Sacatepéquez, pero solamente a un kilómetro de profundidad. Esta réplica, sumada al sismo original y las lluvias que días antes habían afectado los terrenos provocó deslizamientos y desprendimientos de grandes rocas.
La alerta comenzó a correr en la población, personas paralizadas por el miedo, otros corriendo y otros aplicando protocolos de evacuación. Los vecinos de Santa María de Jesús, San Juan Obispo y Antigua Guatemala en Sacatepéquez; Palín, Escuintla; Villa Nueva y Villa Canales, Guatemala, comenzaron a informar sobre problemas en sus circunscripciones.
Conforme pasaban los minutos se iban reportando más incidentes, uno de los primeros fue la caída de grandes rocas en la Bajada de Las Cañas, en San Cristóbal El Alto, Sacatepéquez; en este último lugar, un hombre que se conducía en motocicleta quedó soterrado bajo un cúmulo de tierra que se deslizó de las montañas.
Los minutos seguían pasando y los bomberos seguían recibiendo llamadas por incidentes, el colapso estructural de una pared en el casco urbano de San Vicente Pacaya, Escuintla, derrumbes en el kilómetro 45, RD-SAC-01 en Santa María de Jesús, Sacatepéquez, otro en el kilómetro 42 CA-09 Sur de Palín (antigua ruta), Escuintla.
En Las Lajas, Villa Nueva, también se registraron derrumbes y mientras los delegados de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred) y los bomberos se movilizaban a las emergencias, los sismos continuaban.
A las 18:06:33 de la tarde, cuando las autoridades de Conred estaban por comenzar la conferencia de prensa para informar sobre daños y acciones, la sala tuvo que ser evacuada por un nuevo sismo, esta vez de 4.2 grados con epicentro en Escuintla; a esta hora ya se habían registrado 87 movimientos telúricos.
A partir del sismo del 8 de julio a las 15:11:26 horas, el Insivumeh ha reportado que se han registrado 1,050 réplicas con el epicentro entre Sacatepéquez y Escuintla; el último movimiento telúrico se registró el 16 de julio. Aunque hay reportes de una gran cantidad de sismos, la Conred informó que solamente 36 fueron sensibles.
Por estos temblores, la Conred reportó que hay 50 viviendas en riesgo, 675 con daño leve, 992 con daño moderado y 479 con daño severo. Además, indicaron que hay 12 mil 395 personas afectadas, 2,146 damnificadas, 4,769 evacuadas de sus viviendas y 1,244 albergadas.

Las víctimas fatales
La primera alerta fatal se dio cuando una persona en Santa Inés, Antigua Guatemala, Sacatepéquez, producto de los nervios, sufrió un infarto fulminante. Minutos más tarde, los cuerpos de socorro recibían una nueva llamada para informar que había un automóvil debajo de los escombros; al llegar al kilómetro 47.5 hacia Santa María de Jesús, observaron un vehículo debajo de grandes rocas, dentro de él, dos personas habían fallecido.
Conforme pasaban los minutos, los bomberos iban informando de más incidentes fatales, como el caso de una persona que falleció por un deslizamiento de tierra en la zona 2 de Villa Nueva, Guatemala.
En el basurero de Santa María de Jesús también localizaron a otra persona que falleció por los derrumbes ocasionados por los sismos. A la mañana siguiente, también en Santa María de Jesús, los rescatistas localizaron el cuerpo de dos personas soterradas.
Un día después, mientras el Cuerpo de Ingenieros del Ejército trataba de liberar el paso bloqueado por toneladas de tierra que cayeron desde las montañas, encontraron el cuerpo de dos personas más en la carretera que conduce a Santa María de Jesús. En total, siete personas murieron a consecuencia de la actividad sísmica.

Aislados y sin servicios
Los sismos que afectaron principalmente a Sacatepéquez, Escuintla y Guatemala, provocaron cortes de energía eléctrica, daños en las carreteras, falta de suministro de agua potable y la destrucción de casas e iglesias.
El municipio de Santa María de Jesús tiene una población aproximada de 26 mil habitantes que se ha visto afectada porque los sismos provocaron daños en los tanques de agua que distribuyen el líquido a la comunidad.
Las familias, en algunos sectores, debieron esperar hasta un día completo para recibir un poco de agua que no termina por cubrir sus necesidades; sin embargo, existen otras áreas de Santa María de Jesús que llevan más de una semana sin tener acceso a agua. Según los comunitarios, el alcalde les dijo que en un mes o mes y medio podrían contar con el servicio.
En ese lugar, el servicio de energía eléctrica también se vio afectado, aunque se pudo reestablecer de forma más rápida. En menos de dos días, la comunidad recuperó el servicio.
Aunque las autoridades trabajaban por liberar el paso, advirtieron que, para la reparación y reconstrucción de carreteras se llevaría tiempo porque deben realizar una evaluación de daños, subir los eventos de licitación y posteriormente esperar a que se construyan las obras. Mientras el tiempo transcurre, el 24 de julio se registraron nuevos sismos, provocando nuevos derrumbes sobre la ruta de San Juan del Obispo a Santa María de Jesús.
Santa María de Jesús continúa parcialmente incomunicada, por lo cual el Ministerio de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda (CIV) realiza trabajos para habilitar dos nuevos caminos rurales, que fungirán como rutas alternas a los pasos bloqueados.
Los caminos temporales son de 8.5 kilómetros para comunicar Palín, Escuintla con El Hato y desde ahí ingresar a Santa María de Jesús; el otro conectará a esta comunidad con San Juan el Obispo, Sacatepéquez.
La Conred reportó que el país sufrió daños a la infraestructura, identificando 37 carreteras, un puente, 27 edificios públicos y 66 centros educativos afectados.

¿Cómo cambió la vida?
Ahora la preocupación de la población de Santa María de Jesús no es solo por las réplicas y deslizamientos que persisten, también hay sectores alejados que no están siendo atendidos, que carecen de agua y que no tienen acceso a otras comunidades.
Antes de este fenómeno natural, la población tenia los servicios básicos para el sustento diario, un poblado que se dedicaba a la agricultura, comercio y personas que laboran en dependencias del Estado o trabajos en el sector privado, nunca se imaginaron lo que pasaría la tarde del 8 de julio.
Alfonso Valle García es un agricultor de 78 años que vive en Santa María de Jesús que, por los sismos, salió de su vivienda y se quedó en la calle para intentar resguardarse ya que temía que los sismos siguieran y su hogar pudiera colapsar. Alfonso construyó una champita de costales y hasta hace unos días decidió ingresar nuevamente a su casa.
Alfonso, como muchas otras personas mayores, construyó su casa tras sobrevivir al terremoto de 1976. Su casa está construida de adobe (bloques de barro y paja), pero por los sismos su casa sufrió daños, el repello de las paredes muestra grietas, por lo que cada vez se siente más inseguro dentro de su hogar.
“Espero que las autoridades de gobierno me puedan apoyar a reconstruir mi hogar, ya que es el lugar donde por varios años compartí con mi esposa, quien falleció hace algunos años”, dijo Alfonso, quien además reconoció que por su edad y las condiciones de pobreza en las que vive se le dificulta costear la reparación.
Asimismo, Alfonso comentó que vive solo porque sus hijos están en trabajando en la capital. “Ver mi casa me causa mucha nostalgia y por los robos que se dan en el municipio mejor me quedo cuidando lo que aún tengo”, indicó.
Las casas de muchas familias en la cabecera municipal presentan daños, aunque es difícil asimilar todo lo vivido, lo que queda para muchos es empezar desde cero, y esperar si reciben algún apoyo para reconstruir sus viviendas.
Aunque las familias ya cuentan con energía eléctrica y pueden acceder nuevamente a alimentos, aún piden a las autoridades municipales la restauración del servicio de agua.
María Luisa Torón, del sector las Rosas de la zona 5 de Santa María de Jesús, dijo que tienen miedo porque los sismos siguen y las grietas se pueden continuar abriendo en su hogar. “Vivimos tres familias en el sector; nos daba temor que se cayeran nuestras casas y eso hizo que nos refugiáramos en un matorral de aguacates que está al lado de la casa, pero preferimos quedarnos cerca por la inseguridad y que nos robaran nuestras cosas”, dijo Torón, quien también criticó que la ayuda se queda en las zonas centrales y no les llega a ellos.
“El agua nos cuesta traerla hasta aquí, nosotros vivimos a media hora del centro y en el sector Zamora tenemos que buscar dónde abastecernos. La mayoría de los vecinos van donde hay pozos de agua, pero está costando por las largas colas que hacen las familias”, enfatizó Torón.
Asimismo, indicó que antes la comunidad era muy alegre, “veíamos las montañas y todo era muy lindo; ahora el temor que tenemos es que llueva y por la fragilidad del volcán ocurran deslaves”. Torón también recordó que anteriormente el agua se llevó gran parte del terreno donde viven, por lo cual el temor persiste.
Por la mañana Torón trabaja haciendo la limpieza en el colegio Angelitos de Dios, mientras que por la tarde labora en un instituto preparando la refacción para los alumnos, por lo cual regresa a las 6 o 7 de la noche. Sin embargo, por los temblores, su familia se quedó sin trabajo varios días, ya que su esposo y tres hijos son albañiles y no podían ejercer su oficio; al no tener trabajo, no pudieron juntar los ingresos semanales con los que viven.
Torón dijo que se están quedando sin gas, deben pagar el recibo de la luz, lo cual se suma a la problemática para generar ingresos y para conseguir agua. “Antes de los sismos el servicio de agua era estable”, se lamentó.
Doña María Luisa, como le llaman en la comunidad, indicó que el 8 de julio su mañana había transcurrido con normalidad y tras trabajar en el colegio llegó a su casa a preparar la comida a su nena que regresaría a la escuela a la 1 de la tarde. “Yo estaba sentada y se sintió el primero, dije ‘bueno es la voluntad de Dios’, cuando se registra el segundo y ya no paraba, el vecino de al lado me gritó que saliera porque me quedaría bajo los escombros si la casa se caía. Salí gateando de la casa, fue un momento de pánico, me sentí tensa y se me subió la presión, pero logró llevarme la canasta donde tengo mis pastillas, me tomé una”.
“Al estar en el terreno baldío al lado de la casa, me ingresa un mensaje que los niños ya habían salido de la escuela. Cuando la nena venía de regreso a la casa, delante de ella colapsó una pared, lo cual le dejó trauma y aunque ahora ya mejoró un poco, sigue con mucho miedo”, recordó doña María Luisa.
Durante los sismos hubo personas que aprovecharon para ingresar a robar a las viviendas que los vecinos habían abandonado, por lo que en el sector las Rosas los vecinos se organizaron para que los hombres realizaran rondas, mientras que las esposas cuidaban a los hijos y trataban de dormir.
Torón lamentó que los niños antes salían a jugar, pero ahora tienen miedo, no quieren jugar ni en la casa mucho menos en la calle; mi nena no quiere salir, solo quiere dormirse y me da pena porque eso la puede enfermar.

Lenta e intermitente respuesta
Los pobladores de Santa María de Jesús han señalado que el gobierno central y local les ha fallado en responder al desastre, ya que, en los días inmediatos se estaba canalizando la ayuda para parte de la población, pero después de una semana ya no recibieron la misma atención.
De hecho, los conflictos se comenzaron a evidenciar en los primeros días después del sismo, ya que diputados oficialistas buscaban entregar la ayuda directamente a los pobladores afectados, pero la Municipalidad quería recibir la ayuda y canalizarla.
Los diputados oficialistas señalaron que existían intenciones del concejo para utilizar listados clientelares, mientras que desde la corporación municipal alegaban que los congresistas querían figurar al entregar ellos la ayuda. Entre ambos bandos se señalaron de realizar campaña con los víveres, mientras las familias afectadas esperaban que los alimentos se distribuyeran y no quedaran solamente en la zona central.
Otro de los aspectos que los pobladores reclaman es la poca presencia de delegados del gobierno para liberar el paso en la carretera que comunica Santa María de Jesús con Palín, Escuintla; equipados con palas y picos, decenas de personas trabajaron retirando tierra y rocas para habilitar la carretera.
Además, la población sigue reclamando que la municipalidad no busca soluciones a la problemática del servicio de agua potable que lleva más de 20 días sin reestablecerse y cuando el sector privado intenta ayudar enviando pipas de agua les impiden el paso.
El gobierno central también ha sido criticado porque, después de casi un mes, continúan “analizando” la forma en la que brindarán apoyo a la población que sufrió daños o pérdidas de sus viviendas.
La población también se quejó porque, en el otro tramo carretero, el que comunica Santa María de Jesús con Antigua Guatemala, existen cierres extensos porque el CIV informó que habilitará una sola vía por lapsos de 3 horas, lo cual generó molestias.
A pesar de la respuesta intermitente todavía hay algunos de los afectados que consideraron que el gobierno respondió de mejor manera, comparado con lo que han visto en otros periodos.

Políticos aprovechan
Varios personajes de la política nacional al ver la tragedia se desplazaron a Santa María de Jesús y lo publicaron en redes sociales, lo cual ha sido señalado como campaña anticipada y recibieron críticas por aprovecharse de la tragedia humana para ganar vistas y apoyo del electorado.
Los diputados Samuel Pérez, Diego Toledo, Armando Castillo, la excandidata a la presidencia Sandra Torres se desplazaron a Santa María de Jesús para manifestar su apoyo.
Otro de los personajes criticados fue el alcalde de ciudad vieja Federico Bethancourt, quien publicó vídeos supuestamente apoyando con un helicóptero para el traslado de alimentos, pero después fue desmentido por Douglas Crispín quien proveyó la aeronave y él se excusó diciendo que solamente estaba coordinando el uso de ese helicóptero, pero que también había contratado otro desde la municipalidad.
Crispín, quien se ha identificado como integrante de una agrupación llamada Juventud Informada alegó que el alcalde “no lo había mencionado” y había utilizado sus vídeos para un video promocional publicado en sus cuentas.

Cuando la tierra se cae y las promesas no se cumplen
Guatemala ha aprendido a convivir con la tierra temblando bajo sus pies, pero ni la costumbre ni la fe logran mitigar el miedo cuando se pierde un hogar, se sepulta una vida, el agua no llega, quedan incomunicados y el auxilio se retrasa.
En Santa María de Jesús, como en tantos otros rincones olvidados, los días pasan entre grietas en las paredes y techos inestables. Las familias duermen con un ojo abierto, temiendo otro derrumbe, otro sismo, otro silencio del Estado.
La gente sobrevive con lo poco que tiene, organizándose para cuidar sus pertenencias, para cargar agua desde los pozos o las pipas de agua que les llegan, para intentar que sus hijos vuelvan a dormir sin miedo, vuelvan a ir a la escuela, vuelvan a jugar y vuelvan a sonreír.
El polvo aún no se asienta del todo, las paredes siguen agrietadas y las promesas gubernamentales se pierden entre la burocracia y la falta de voluntad. La comunidad resiste con fuerza, no porque tenga apoyo, sino porque no tiene otra opción; la esperanza sigue en pie, como las casas de adobe que aún no ceden ante los sismos.
Han pasado 25 días desde el 8 de julio, y desde entonces la recuperación de las comunidades va a paso lento.
El 29 de julio, una nueva actividad sísmica afectó a Guatemala




