Uk’axk’ol le Ch’ami’y El cetro Maya’: Justicia y resistencia ante la corrupción

 

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(13.0.12:14-1) 19 Xul, Chi Iximulew, julio 27 de 2025

Por Fernando Ical Ich, Maya’ Q’eqchi’, Colectivo Maya’ taq Molaj

El poder del pueblo está en el servicio

El encarcelamiento injusto e ilegal de los hermanos Luis Pacheco y Héctor Chaclán busca someter y confinar la autoridad ancestral Maya’ que representa la voluntad política de las comunidades del Pueblo Maya’, según sus formas propias de organización social (art. 66 CPRG).

Ch’ami’y, símbolo de autoridad desde la cosmovisión

Ch’ami’y es el cetro, báculo, bastón o vara de autoridad. En la vida y filosofía ancestral Maya’ simboliza memoria, unidad, respeto, reconocimiento, firmeza, justicia. Por lo tanto, quienes asumen la responsabilidad, deben ser electos por la honradez, lealtad, honorabilidad, compromiso, trabajo en equipo y servicio al Pueblo.

Los bastones eran curvos o rectos, en forma de símbolos de la cosmovisión maya’, como por ejemplo en forma de serpiente, ¿por qué en forma de serpiente?, la serpiente tiene un importante significado en la cosmovisión, es guardián de la naturaleza, del bosque, de los seres humanos, es la medidora del tiempo, también representa la justicia. El cosmos, también es representado por una serpiente: el relámpago, los rayos, tienen forma de serpiente. En el vestuario de las mujeres y hombres, como las fajas y las cintas de la cabeza también están representadas por la forma de serpientes. (Fundación Propaz y Asociación Ajkemab’, 2015).

Autoridades ancestrales K’amol be, ajch’ami’y

En idiomas del grupo K’iche’, k’amol be son guías y ajch’ami’y son las personas electas por el Pueblo, por su honorabilidad. Ellos son las autoridades ancestrales en Guatemala. En K’iche’, k’axk’ol significa consigna, principios y compromisos comunitarios que cumplen los k’amol be, guías o autoridades nombrados por la comunidad por su honorabilidad y servicio. Ellos asumen el cargo y se esmeran en defender y poner en práctica los principios de cooperación. Asumen el rol de guardianes de la naturaleza y de los bosques, como en Totonicapán. Imparten justicia y ayudan en la resolución de conflictos, como en Sololá, Quiché y en otras partes del país en donde siguen vigentes las autoridades ancestrales. Estos mandos también conservan simbolismos y principios de convivencia con significados profundos.

Las autoridades ancestrales tienen diferente composición y denominación en cada uno de los pueblos y comunidades indígenas; sin embargo, tienen en común que ejercen autoridad delegada por una asamblea o un consejo. Las personas son nombradas para servir con honorabilidad, dignidad y honestidad. Su cargo dura conforme las normas y tradiciones establecidas por el pueblo. (IDPP, 2018: p. 80)

Criminalización de las autoridades y del Pueblo

Lamentablemente, este es un país donde las elecciones, designaciones y ejercicios de las autoridades o función pública son cada vez más controladas por poderes corruptos y de impunidad. En este contexto, el ejercicio de una autoridad ancestral con dignidad, honorabilidad, responsabilidad y vocación de servicio comunitario es el enemigo número uno de un sistema maniatado y permeado por la corrupción y la impunidad.

Las autoridades comunitarias ancestrales con reconocimiento y legitimidad perviven a pesar del racismo sistemático institucionalizado, y son como una especie de veneno para ese sistema que se resiste a ser desmantelado y desterrado.

Cuando la alcaldesa Luz Emilia Ulario, en el marco de los 106 días de resistencia en 2023-2024, dijo: ésta es una revolución con varas, no con balas, no estaba hablando únicamente del bastón de mando que cada una de las autoridades indígenas portaba en ese momento. Ella se refería al poder del pueblo, del poder desde las comunidades representados por cada una y uno.

Si bien esta democracia no es nuestra”, como lo afirmó Feliciana Herrera, alcaldesa Ixil, las autoridades ancestrales demuestran al país y al mundo que los Pueblos Originarios conocen y ponen en práctica el verdadero significado de la democracia, como el gobierno de los pueblos. El resultado del ejercicio político desde las comunidades es voluntad canalizada por medio de sus representantes que son legítimamente electos en asambleas. No son autoridades o funcionarios que pagan por los votos ni ofrecen prebendas con demagogia como lo hacen los partidos políticos tradicionales.

Una amenaza real a un sistema corrupto es que la ciudadanía tome conciencia de que el servicio público debe prestarse sin que lo importante sea el dinero, sino que lo sea la honradez, la honorabilidad y el amor al prójimo a través del servicio comunitario.

En las dos cartas que los hermanos Luis Pacheco y Héctor Chaclán han compartido desde la cárcel, subrayan y recuerdan con elocuencia que cumplir con el mandato del Pueblo, defender los derechos y las decisiones colectivas, así como defender la democracia NO es delito.

La pretensión del sistema de justicia al dirigir esta acción legal y criminalización contra los hermanos que ejercieron su servicio comunitario en 2023 va más allá del hecho concreto de encarcelarlos. Sirve para advertir, intimidar y ejemplificar públicamente que las autoridades ancestrales son grupos que actúan fuera de la ley. Sin embargo, a la luz del ordenamiento jurídico nacional e instrumentos internacionales, esta mezquina pretensión es absurda e inaceptable. Por ello, debemos tener presente y claro que “el poder del pueblo está en el servicio”.

“Defender nuestra democracia no ha sido delito, no somos delincuentes, únicamente representamos a nuestras comunidades Juchanep y Chotacaj, al igual que a nuestro municipio de Totonicapán a través del servicio comunitario”, Luis Pacheco y Héctor Chaclán

Bibliografía:

Fundación PROPAZ, Asociación Ajkemab’ Rech K’aslemal-Tejedores de Vida, Breves Aportes para la Reconstitución de la Autoridad Ancestral, Guatemala, 2015. 63 págs.

Instituto de la Defensa Pública Penal, Protocolo para la Atención a Pueblos Indígenas del Instituto de la Defensa Pública Penal -IDPP- con pertinencia cultural y lingüística, Guatemala, 2018. 85 págs.