Por Miguel Ángel Sandoval
Aun cuando el proceso electoral de 2027 es algo que parece lejano, si hay algo que se cae de la mata es que las fuerzas progresistas carecen de referentes sólidos en el presente, a pesar que las demandas sociales, de participación política o económicas. En ese contexto sería de esperar una amplia coalición progresista antes que una lucha electoral en solitario esperando nuevos milagros.
Señalo esto, pues por razones diversas en 2023 Semilla emergió como algo con futuro, pero los errores y la persecución del pacto de corruptos y la actuación de jueces venales, terminaron con ese partido y de hecho no existe. Además se dividió y ahora Raíces es otra expresión de esa posibilidad, pero no está legalmente inscrita y todo indica que le toca la travesía del desierto para poder convertirse en un partido. El MLP desapareció y la URNG/Winaq solo lograron una diputación. El balance es difícil. La opción progresista mostró fuelle en 2023 en sus vertientes política (voto ganador) y social (levantamiento nacional), pero esa expresión no atraviesa su mejor momento y, para tener opciones, se deben construir, articular. Hay que decir, además, que las derechas corruptas no tienen un mejor desempeño y son percibidas como enemigas de la democracia.
Por todo lo señalado, se puede afirmar que en la sucesión presidencial del 2027/28 no hay aún nada para nadie. Por ello y por la certeza que el electorado progresista tiene mejores opciones por las necesidades acumuladas y por el desgaste del pacto de corruptos, así como por la certeza que solo la organización social y popular pueden empujar con éxito sus demandas; las posibilidades progresistas son enormes a pesar de los magros resultados de una serie de expresiones en la actualidad.
Es por ello que se plantea la pregunta del millón, ¿Por qué un frente? Si tomamos en cuenta los usos y costumbres del país, los procesos electorales se convierten en una especie de lucha a muerte entre las diferentes posturas por la incapacidad de llegar a acuerdos políticos y programáticos. Pequeños grupos de “dirigencia” han perdido el norte de su función, que se encuentra en los derechos y necesidades de las mayorías, antes que convertirse en un actor secundario o terciario, en una especie de mercado o de consagración del fenómeno del caudillo que impone su voluntad contra viento y marea.
El futuro de la democracia y la barrera contra la barbarie son algo más de un acuerdo para repartir el pastel de los cargos públicos, pues se trata de contar con acuerdos programáticos básicos, que aun siendo mínimos expresen compromisos políticos de alcance estratégico. En el caso nuestro, la disyuntiva de “democracia o barbarie” no es algo coyuntural, tiene contenido estratégico y de ello depende el modelo político que existe en el país y por supuesto, todas sus derivaciones económicas y sociales. No sería ni siquiera, como hipótesis, que la democracia que queremos pueda ser compatible con el modelo neoliberal.
A título de ejemplo, la lucha por la democracia, aun con todos sus defectos, es hoy la última línea de defensa de los derechos elementales, ante el repunte de las denominadas expresiones neoconservadoras, o dicho más claramente, corrientes conservadoras con esteroides. Dicho en el lenguaje tradicional, sin las expresiones fascistas y sin tener las connotaciones económicas y sociales de éste. Ocurre que esa defensa de la democracia no se entiende por la lectura esquemática que hay de la escuela marxista dogmática, que es algo muy lejano de los teóricos del marxismo, pero eso está alejado de las preocupaciones de hoy. Señalo esto a propósito de unas notas publicadas en los muros del anonimato, con mucha confusión y sin el valor de decir de forma clara las opiniones y los argumentos al respecto de la oposición a construir un frente único por la democracia.
Mas allá de consideraciones teóricas, de nuevos diagnósticos, de la construcción de escenarios políticos, una cosa es cierta: para las fuerzas progresistas políticas y sociales, con la denominación que tengan, es indispensable la construcción de un frente único por la democracia, y que con la denominación que adquiera, tendría la tarea estratégica de resolver la disyuntiva entre democracia o barbarie, que es la gran apuesta en estos años a nivel internacional y no solo en la pequeña aldea en que vivimos.
Quizás haga falta puntualizar que en democracia se puede construir alternativas al modelo extractivista, que se pueden ampliar las libertades políticas de forma tal que los limites sean la falta de acción social o de movilización. No se trata pues de mantener la ficción de democracia como la conocemos, sino de profundizar en esa dirección. Las políticas sociales o de protección social, tales como el IGSS o los derechos laborales contenidos en el Código de Trabajo son parte esencial de esa idea de democracia que defiendo y que en nuestro país deben ampliarse. De la misma manera que en ese marco son posibles nacionalizaciones cuando haya actividades que se opongan claramente al bienestar común como reza la constitución, y violen, además, otras leyes del ordenamiento que nos hemos dado como país.
En esa misma lógica, con un régimen democrático de amplio sustento social, se debe impulsar una política de desarrollo rural que privilegie la soberanía alimentaria antes que el agronegocio que depreda el medio ambiente. No existe límite a esta opción si se cuenta con apoyo popular y se respetan, como la joya de la corona, los derechos fundamentales de la sociedad, en términos de derechos humanos integrales y los derechos políticos universalmente vigentes. Por estas razones, entre muchas, la disyuntiva de “democracia o barbarie” tiene contenido y alcance estratégico. Es la razón por la que los discursos de tiempos pasados no tienen mayor pertinencia en la actualidad.
Es la gran tarea de cara al proceso electoral del 2027, que en verdad no se encuentra muy lejos y que nos convoca a sumar análisis, a construir con esfuerzos ininterrumpidos un escenario de victoria para las fuerzas democráticas, revolucionarias o progresistas. Entiéndase, no hay ninguna posibilidad de tener un desempeño victorioso desde el aislamiento, desde la ausencia de acuerdos políticos, y desde la necedad de navegar excluyendo a las mayorías. Es el gran desafío.




