Créditos: La abuela Rosa Chex, de 68 años, ha puesto su conocimiento ancestral al servicio del pueblo Kaqchikel de San Juan Comalapa. Foto de Francisco Simón
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La abuela Rosa tiene 33 años de servir y procurar un sistema de salud que incluya los conocimientos ancestrales y que trasciendan a las nuevas generaciones de San Juan Comalapa. También participa en la formación de las nuevas generaciones que se motiven a participar en las luchas sociales, comparte sus conocimientos religiosos, acompaña a los enfermos y los ayuda en su recuperación.

Por Francisco Simón y Joel Solano

La abuela Marina Rosa Chex, de 68 años, es lideresa indígena y ha contribuido en la lucha de la conservación de derechos humanos, la vida, los bosques, ríos y enseña a la juventud y a la niñez a valorar los conocimientos ancestrales y la importancia de la conservación de la medicina que ofrece la naturaleza. Estuvo al frente de los 106 días de lucha por la defensa de la democracia: en asambleas, actividades sociales y culturales.

Es comadrona, curandera y oyonel –una llamadora de espíritus y terapeuta– del municipio de San Juan Comalapa, Chimaltenango. Antes de descubrir sus habilidades para la medicina natural, Rosa fue catequista en la década de 1980 y con su apoyo se logró la fundación de una clínica parroquial.

La abuela Rosa tiene 33 años de servir y procurar un sistema de salud que incluya los conocimientos ancestrales. Foto de Joel Solano

Su pasión por la medicina ancestral se inició durante su infancia. Cuando tenía entre 8 y 10 años comenzó a practicar la medicina natural con sus sobrinos que padecían dolores de estómago y otros malestares. A sus 33 años, narra, se le reveló mediante un sueño cuál sería su trabajo para seguir en la comunidad. Su edad marca la misma cantidad de años que lleva cuidando a su pueblo.

La vara que identifica a la abuela Marina Rosa Chex como autoridad maya Kaqchikel. Foto de Joel Solano

Medicina ancestral

El uso de las plantas medicinales fue una faceta esencial de sus prácticas. Siguió el mismo recetario para la preparación de los tés medicinales y los administraba de acuerdo con el padecimiento de la persona.

Muchas de las plantas las cultivaba en espacios que tenía en casa y otras las compraba en los hogares donde las familias también siembran, o crecían en las zanjas de los terrenos. Una de sus preocupaciones es que se han dejado de sembrar este tipo de plantas porque la sobrepoblación es más visible, entre otras prácticas que dañan los territorios, como la tala de árboles y el mal uso de químicos. “El consumo de medicina occidental como el ibuprofeno, acetaminofén o antibióticos nos hacen mucho daño. A las mujeres embarazadas las inyectan y eso es dañino”, agrega.

Las plantas que ayudaban se van extinguiendo y en los bosques y montañas de San Juan Comalapa ya no ven el pot chee’ o lengua de venado, cardo mariano para curar el hígado, la chía para gastritis o la pasiflora para los nervios. Estas especies de plantas crecían en los bosques, pero por la tala inmoderada y los constantes incendios van desapareciendo.

Planta de lengua de venado. Foto de Joel Solano
Hoja de pasiflora para los nervios. Foto de Joel Solano

“La pereza nos hace pobres, pero no somos pobres, nos han hecho pobres”, dice la abuela refiriéndose a la utilización indebida de los químicos que hacen daño a la salud. “Las plantas que se usaban para tratar la gripe común, indigestiones y problemas en la sangre o respiratorias, ya no las queremos preparar”, agrega.

Entre otros servicios para la salud, la abuela Rosa Chex también atiende a las personas que se fracturan los huesos. Es oyonel, una persona que cura sustos; hace oraciones para nuevas construcciones y para la compra de terrenos, práctica que se le conoce como xukulen. “Comadrona, terapeuta, llamadora de espíritus, es como ver un médico en medicina general, pero lo que realizo es desde los conocimientos ancestrales”, explica.

La abuela Rosa preparándose para el oyonel. Foto de Joel Solano
Al fondo se observa su altar. Foto de Joel Solano

En San Juan Comalapa, de 1980 al año 2000 se apreciaba hasta en un 87.5% de cobertura forestal, lo cual permitía una gran cantidad de plantaciones medicinales. Desde 2018 se ha incrementado la pérdida de bosques por la tala desmedida a consecuencia de la otorgación de licencias por parte del Instituto Nacional de Bosques (INAB).

“Cuando éramos pequeños mi mamá nunca nos dio medicina química. Nos preparaba café amargo con limón para el dolor de cabeza, partía un limón y lo colocaba sobre las brasas y cuando ya estaba lo amarraba en nuestra frente para calmar el dolor. Para las lombrices nos daba apazote con ajo, las abuelas o nuestras madres se basaron en la medicina natural”, recuerda la abuela de 68 años.

Hay enfermedades que necesitan la intervención del médico, pero nosotros vimos que la medicina natural es más efectiva que la medicina occidental. Nunca consumimos una aspirina o un Alka Seltzer. Con mis cuatro hijos no visitamos un médico, yo los curaba con medicina natural, relata.

Durante la pandemia la medicina natural fue más eficaz. Quienes iban a los hospitales regresaban en una caja. Las personas que combatieron la enfermedad con té de plantas medicinales se curaban, por ello la medicina natural se elevó de precio, asegura la comadrona. “Vemos que hay farmacias con medicina natural, pero nunca es igual sembrar una planta medicinal y consumirla cuando tiene más propiedades”, agrega.

Ayudando a edificar un hospital

La abuela Rosa Chex cuenta que nunca ha visitado un hospital con sus hijos y nietos. El acceso a un centro asistencial es todavía muy difícil. El municipio cuenta con un Centro de Atención Permanente (CAP) y algunas clínicas en las comunidades, pero aún con carencias y debilidades.

Desde su liderazgo en el municipio ayudó a la instalación del Hospital Kaslem. A ella se le dio un espacio en la Junta Directiva y desde esa silla sugirió que en la atención de los partos participaran las comadronas, y por eso se construyó un temazcal para cuando las mujeres dieran a luz. “Lamentablemente hay personas de mala fe y no nos permitieron realizar lo que teníamos pensado. Las comadronas deberían de atender a los pacientes naturalmente, como el cosmos lo indica, dar a luz y realizarles el temazcal”, explica.

La comadrona ayudó en la gestión del Hospital Kaslem en San Juan Comalapa. Foto de Joel Solano

Una de las confrontaciones que se tiene con las disposiciones del Ministerio de Salud es que ya no les permitieron atender pacientes. “Ya no nos quieren a nosotras. Las personas que atendemos en casa tienen más hijos y ellos ya no quieren que los tengan, no quieren más gente indígena”, expresa.

Sin embargo, resalta que había muchas medicinas que podían ayudar en el proceso de la gestación, pero el CAP ha prohibido su uso porque si llegan a tener complicaciones, los médicos preguntan: “¿Qué manteca te echó la comadrona?, dicen que somos brujas”, se queja.

Siempre les hablan mal de nuestro trabajo a los pacientes, por eso varias comadronas ya no usan la medicina ancestral. La abuela dice que en la población hay entre un 60% de personas que la utilizan. Sin embargo, se han dado grandes pasos en el reconocimiento del trabajo de las abuelas desde el gobierno actual, pero aún hay mucho que recorrer, expresa.

Mural del Consejo de Promotores y Comadronas. Foto de Joel Solano

“En una oportunidad fuimos llamados por el sacerdote de la Iglesia católica y nos dieron unos documentos bíblicos en donde se hablaba mal de la medicina natural. Por eso pienso que la Iglesia nos prohíbe hablar de muchas cosas, pero desconocen nuestra riqueza cultural. A quienes trabajamos con el mal de ojo nos llaman aj’qija y piensan que el significado es hacer brujería y lo correcto es: aj’, es quien sostiene la vara y qija, es el día.

Catequista y comadrona

Durante la época de 1980 se destacó como catequista, como visitadora de enfermos y preparaba a la niñez para su primera comunión y a los jóvenes para su confirmación en la Catedral de San Juan Bautista en San Juan Comalapa. Su casa ha sido un refugio para miles de niños, niñas, jóvenes, señoritas y personas adultas que ha ayudado con el pasar de los años y principalmente para mujeres embarazadas.

En esa época era inaccesible un centro de salud y es así como la abuela Marina Rosa empezó a atender a las mujeres embarazadas como comadrona en aldeas, caseríos, municipios. Además, ha atendido a personas en otros departamentos y países quienes se comunican por vía telefónica. Y a pesar de las constantes persecuciones durante el conflicto armado, siguió en sus labores religiosas y de atención a la salud al servicio de la población.

En la casa de la comadrona, durante el llamado del espíritu de un niño. Foto de Joel Solano

En su casa recibía a personas que buscaban de sus servicios, medicinas para la cura de padecimientos gastrointestinales,  asistencia para llevar el control durante el embarazo o tratar enfermedades como gripes, diarreas, dolor estomacal y empachos, o también como jaladora de huesos, entre otros.

“A doña Rosa la conocí por recomendaciones de muchas personas que fueron atendidas por ella. La mayoría la buscaban por su carisma y buen trato hacia las personas. La buscaban cuando sus hijos padecían de mal de ojo, susto o por zafaduras que sufrían los niños. Mis hijos ya son personas mayores y ellos ya han llevado a sus hijos con ella. Quienes hemos adquirido de sus servicios le estaremos siempre agradecidos”, comentó una vecina de San Juan Comalapa.

Marina Rosa Chex se preparó por seis años para la práctica de la medicina natural la cual le permitió elaborar pomadas, tés, jalar la cintura y masajes, todo lo que sirviera para curar a las personas. Muchos de sus conocimientos se basan en la lectura del cosmos y están regidos por el cambio de la luna, un concepto basado en la cosmovisión maya del pueblo maya Kaqchikel, una interacción entre la tierra, el sol y la luna. Todo este conocimiento tiene relación con procesos científicos y matemáticos. El conocimiento de los abuelos guarda un legado histórico y se reflejan en los procesos de curación y sanación.

¿Cómo trabajaba con niños y niñas?

Cuando a los niños o las niñas se les bajaba la mollera se las arreglaba atendiendo a las madres. Preparaba el temazcal para que entraran las mamás así ayudaba también a los bebés. Son tres temazcales para este tratamiento.

Si los problemas eran estomacales se tenían que atender por dos días. En otros casos las madres llegaban porque los niños o las niñas en gestación tenían una mala posición en el vientre. La comadrona Chex corregía la posición de los bebés. Ella cree que la conexión entre los astros y los procesos gestacionales van enlazados.

Para acompañar un proceso de gestación siempre recomendaba un cuidado indispensable durante los últimos tres meses de embarazo para que el bebé naciera sano. También recomienda no salir si hay eclipses. El temor es que la exposición a estos fenómenos dañe el desarrollo de gestación y los niños o niñas nazcan con alguna discapacidad.

Rosa Chex se preparó por seis años para la práctica de la medicina natural la cual le permitió elaborar pomadas, tés, jalar la cintura y dar masajes. Foto de Joel Solano

El legado en Comalapa

Actualmente la abuela Rosa Marina sigue formando a la niñez en temas catequéticos, visitando enfermos, ancianos, acompaña embarazos y atendiendo la parte espiritual desde su don como xukulen y oyonel.

Sigue apoyando a la juventud, incentivándola en las luchas sociales como autoridad ancestral, asiste a actividades del cuidado del medioambiente, asambleas, eventos culturales y sociales.

Además, ha sido parte de la fundación y es delegada departamental de la Asociación de Comadronas Nim Alaxik, la cual comenzó su constitución en 2010 hasta su legalización en 2015.

Apoya a las abuelas comadronas con talleres y charlas y participó en la instalación del Hospital Kaslem, en donde ha aportado sus conocimientos. También apoyó a la fundación del asilo de ancianos Santa Eduviges, y ayudó a la apertura de una clínica parroquial con medicina natural antes del terremoto de 1976, que funcionó durante varios años.

Mural que identifica la identidad del pueblo maya Kaqchikel de San Juan Comalapa. Foto de Joel Solano

Ha aportado medicina a personas necesitadas, y como autoridad ancestral ha realizado trabajos sociales, luchas y resistencias en defensa del territorio. Además ha trabajado con la niñez, principalmente con la Plataforma sobre el Trabajo Infantil (CLP, por sus siglas en inglés).

Apoya en la conservación de los ríos mediante la recolección de desechos sólidos y transmite el cuidado del medioambiente y de las plantas medicinales. Su aspiración es que los conocimientos sigan transcendiendo de generación en generación.

Este texto se realizó en el marco de la Sala de Creación comunitaria y medioambiental, un ejercicio periodístico colectivo organizado con un grupo de periodistas de territorios de Prensa Comunitaria, bajo la coordinación de Francisco Simón.

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