Antonio Caba, quien en 1982 era un niño de 11 años, presenció la tortura y muerte de al menos 95 personas en Ilom, su aldea, en Chajul, el 23 de marzo de 1982. Esto fue parte del testimonio que contó al Tribunal de Mayor Riesgo “A” en la séptima semana del juicio contra Benedicto Lucas García.
Por Regina Pérez
Antonio Caba Caba era un niño de 11 años que vivía con sus padres en la aldea Ilom, en Chajul, Quiché, al norte del país. En 1982 fue testigo de la masacre que el ejército perpetró en su comunidad a la que llegó en varias ocasiones, supuestamente a buscar guerrilleros. Sin embargo, para Caba, ahora de 52 años, el ejército se ensañó con la población civil y solo buscaba eliminar al pueblo Ixil.
A Caba le hubiera gustado ser abogado, pero las condiciones de pobreza en las que vivió solo le permitieron estudiar sexto primaria. Su familia fue afectada por la guerra. Sin embargo, eso no lo detuvo para desarrollarse, porque ahora ejerce un liderazgo en su comunidad, donde fue secretario de la Alcaldía Indígena, fue parte del Comité Comunitario de Desarrollo (COCODE) y ahora es segundo concejal de la Municipalidad de Chajul.
Como víctima y sobreviviente de la guerra, fue obligado, a sus 14 años, a ser parte de las Patrullas de Autodefensa Civil (PAC), instaladas por el ejército. Ahí se dio cuenta de cómo trataban a las personas Ixil y como supuestamente buscaban a guerrilleros en las montañas, pero solo era población civil que huía de los soldados, sin ropa ni comida.
Los secuestros en Ilom
En el Tribunal de Mayor Riesgo “A” continuó el juicio por genocidio contra el general retirado Benedicto Lucas García con las declaraciones de las y los testigos del área ixil.
La audiencia se reanudó luego de, que este lunes 13 de mayo, se suspendió por problemas de conexión de internet, por medio del cual se hacen las videollamadas hasta el Hospital Militar, donde Benedicto Lucas, de 91 años, está recluido. El Ministerio Público (MP) y los abogados querellantes requirieron al juez trasladar a Lucas al Tribunal, debido a esos problemas, sin embargo, luego de restablecerse la señala ya no fue necesario.
Caba relató al Tribunal que, en 1981, su aldea era tranquila y sus pobladores se dedicaban a la siembra de milpa, frijol y a la construcción de viviendas, al tiempo que practicaban su religión maya, con ceremonias e invocaciones.

El 15 de enero de 1982, el ejército incursionó a su comunidad a realizar una matanza. Su padre, Francisco Caba, escuchó los gritos de sus vecinos, entre ellos los de Gaspar y María, quienes vivían a unos 50 metros de distancia de su casa, por lo que despertó a sus hijos para huir a un lugar seguro.
Posteriormente salió a averiguar lo que había pasado y se dio cuenta de que el ejército se había llevado a varios comunitarios, entre ellos a su vecino Gaspar. “De esa forma nos salvamos”, recordó Caba. En esa ocasión fueron secuestradas al menos 25 personas.
#GenocidioIxil ? Antonio Caba, de la aldea Ilom explica como el ejército secuestraba a pobladores en su aldea Ilom.
“El lema del ejército es que son guerrilleros, pero no tienen una prueba. Ellos usaban pantalón blanco, el coton (saco), el sombrero, si fueran guerrilleros,… pic.twitter.com/DmcdfVsrgP
— Prensa Comunitaria Km169 (@PrensaComunitar) May 14, 2024
El testigo recordó que solo secuestraron a hombres, todos eran campesinos y no hablaban castellano. Contó que los soldados se comportaban de manera muy abusiva con ellos, porque les preguntaban si eran guerrilleros, sin embargo, como no hablaban español, no entendían la pregunta y a veces solo asentían, con lo que los soldados indicaban “ah, sí es guerrillero”. Era como una artimaña para engañarlos y que respondieran que sí pertenecían a la guerrilla, explicó.
“Se trataba de eliminar a un pueblo”
El fiscal Érick de León preguntó al testigo como sabía que los militares interrogaban de esa manera a las personas. Caba contó que cuando cumplió 14 años fue obligado a ser parte de las Patrullas de Autodefensa Civil (PAC), donde conoció la forma en que los soldados se comportaban con la población civil. “Los trataban como guerrilleros, eran como enemigos para ellos, pero no buscaban a sus verdaderos enemigos, buscaban a las comunidades”.
El refirió que en su comunidad no hubo combates ni encontraron a personas armadas.
“Estas personas, habían cometido un delito, ¿por qué se los llevaron? preguntó el fiscal de León. “El lema del ejército es que son guerrilleros, pero no tienen una prueba de porque los llamaban así. Ellos simplemente se vestían con el pantalón blanco, el cotón (saco tradicional Ixil), el sombrero que siempre usamos, porque si fueran guerrilleros, deberían tener su uniforme, su armamento. Creo que no se trataba de buscar al enemigo, se trataba de eliminar a un pueblo maya Ixil”, respondió.
El 18 de febrero de 1982 el ejército regresó a su aldea. Su padre salió a trabajar en grupo con otras personas, una forma de agarrar valor en caso de que encontraran a los soldados. “Mi papá me llevó, junto a mi hermano y cinco personas, a limpiar la milpa y el fríjol. Cuando salimos el ejército entró a la comunidad y empezaron a disparar”, narró.

Cuando regresaron a la aldea se dieron cuenta que todo estaba en silencio. La calle estaba desierta y las puertas cerradas. “Aquí pasó algo”, comentaron. “De plano los soldados vinieron a matar gente”. Cuando llegaron a su casa encontraron a su madre, Magdalena, llorando porque pensó que ellos habían sido masacrados también.
La madre les contó que los militares se llevaron Q15, una cantidad de dinero grande para esa época y una radio. Lo que ocurrió ese día les causó miedo. “Ya no jugábamos como los niños, que están contentos y juegan pelota en la calle, en ese momento no tenía libertad de jugar como niño”, indicó.
El simple hecho de llevar tortillas y masa para hacer atol era un peligro. “Si el ejército te encuentra con eso, te dicen que vas ir a dejar tortilla a la guerrilla”, dijo. Esa era su estrategia para presionar a la población, por eso le digo, no estaban buscando su verdadero enemigo, si no se trataba de destruir un pueblo maya, reiteró.
La masacre del 23 de marzo
El 23 de marzo de 1982 los soldados regresaron nuevamente a la comunidad. Su padre pidió permiso al mayordomo de la finca “La Perla”, para alojarse ahí, ya que según sus palabras, el ejército proporcionaba seguridad a dicha finca. “Pensamos que por estar ahí no nos va a pasar nada”. Sin embargo, no fue así, pues ese día los soldados llegaron a las 5 de la mañana y convocaron a las familias a una reunión en la plaza de Ilom.
Al llegar a la plaza de Ilom reunieron a hombres y mujeres, unas 300 personas. Un soldado que parecía ser el jefe del pelotón se comunicaba con un radio con sus superiores. Al terminar de hablar se paró frente a la población y les dijo: “todos ustedes son guerrilleros”. Su padre, que entendía un poco de castellano, le explicaba a Caba lo que estaba pasando.
Un señor llamado Juan se plantó al militar y le dijo: “yo ya estoy viejo, ¿por qué nos llamas así? Nosotros no somos eso, qué tonterías decís”. Le respondieron: “hoy te matamos, hemos encontrado muchos guerrilleros igual que usted”. Entonces comenzaron a meter a los hombres en la iglesia y las mujeres al juzgado auxiliar. Luego los comenzaron a sacar, uno por uno.
Una persona con pasamontañas y lentes oscuros señalaba a las personas. Caba narró que llevaban a un señor, Domingo Sánchez, amarrado, quien tenía las manos hinchadas y lo mostraban a la población diciendo: “aquí está el guerrillero”. A Sánchez lo obligaron a que señalara a personas que supuestamente participaba con la guerrilla, con el fin de salvar su vida. Sin embargo, acabaron matándolo.
La misma suerte corrió otro campesino, Tomás, a quien lo tenían amarrado. Sin embargo, él se negó a señalar a alguien. A Tomás lo colgaron de una viga de la escuela, también frente a los pobladores.
“Ese día mataron 95 personas”, dijo Caba. ¿Por qué indica eso? preguntó el fiscal. “Porque el ejército empezó a contar y dijeron, ‘ya matamos a 25 guerrilleros”.
En el caso de las mujeres, las violaron, “yo vi que hacían fila para entrar y violarlas en sus viviendas”. El declaró que conoce a una de las víctimas y años después fue a conversar con ella, pero la sobreviviente le dijo que nunca iba a contar lo que le sucedió, porque tenía temor de que los soldados la fueran a matar.
Según Caba, él estuvo con su padre en la iglesia y vio salir a las personas a quienes pateaban y mataban en la plaza. “Escuchábamos a las personas que gritaban pidiendo auxilio, ¿pero quién las podía ayudar?”, dijo.
Unas 200 personas sobrevivieron a la masacre y quedaron bajo el control del ejército.
El afirma que posteriormente conoció a la persona que tenía la cara tapada y lentes oscuros. “Lo conocí, es ladino, se llamaba Carlos de León”. De León vivía en Ilom y era allegado al ejército que estaba en el destacamento de La Perla. Dos meses después de que quemaron la aldea fue asesinado por el mismo ejército.
El testigo se disculpó por repetir en varias ocasiones que en su aldea Ilom no había guerrilleros. “No se trataba de buscar a su enemigo, porque si lo conocían, ¿por qué no iban atrás de quienes tenían arma, por qué iban a las comunidades, por qué buscaban a la población? Son campesinos, mujeres, niños”, indicó.
Durante el juicio el fiscal del MP pregunta a las y los testigos si han sido obligados a declarar. Caba respondió: “yo vine voluntariamente para declarar y decir la verdad ante los honorables jueces, para que haya justicia en nuestro país”.
Agregó que pide “justicia y castigo para los responsables, porque si me hubieran dado educación, quizás hubiera sido abogado, un profesional, lamentablemente no tuvimos esa oportunidad, por esa razón solo estudié sexto primaria”.
Durante el juicio contra Benedicto Lucas se juzgan hechos ocurridos entre 1981 y 1982, cuando fungía como jefe del Estado Mayor del Ejército. Lucas está acusado de genocidio, delitos contra los deberes de la humanidad y desaparición forzada.
La fiscalía contempla que más de 150 testigos declaren en este juicio. Algunos, como Caba, era niños y niñas cuando ocurrieron los hechos.
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